“I decided that the most subversive, revolutionary thing I could do was to show up for my life and not be ashamed” ~ Anne Lamott
Me tomó años reconocer que crearme es mi responsabilidad.
Sabes, te confieso que hace mucho tiempo mis piernas no ven una rasuradora, hace tiempo que mi pelo no ve un cepillo o una plancha, hace tiempo que mis pestañas no veían una mascara y mis ojos una sombra, y mis labios un “lipstick”… Sí, así decidí ser por muchos años.
Pero, aunque no lo creas, desde temprana edad tuve una atracción inmensa por el mundo de la moda, la belleza y la alta costura. Pasaba mucho tiempo diseñando, tenía muchas libretas llenas de diseños y también tenía libros de maquillaje profesional que leía ávidamente. Me fascinaba la idea de hacer de la vestimenta un verdadero arte. También modelé mucho, mi padre es fotógrafo y desde niña aprendí a disfrutar estar frente al lente. Cuando ingresé a los 12 años en una escuela especializada en artes mi enfoque fue a hacer mi especialidad en diseño de modas. Durante mi juventud temprana seguí modelando y gozando estar frente al lente, ¡realmente era algo que me encantaba!
Pero llego el momento en mi vida donde me volqué en contra de todo esto que disfrutaba y apreciaba. Comencé a cuestionar los modelos estéticos femeninos y a darme cuanta que son formas de opresión muy fuertes, que actúan para que las mujeres nunca se sientan bellas y nunca se sientan satisfechas con sus cuerpos. Sentía que tener que afeitarme las piernas todos los días era una esclavitud, y veía a las mujeres a mi alrededor quejándose de todos sus defectos y deseándo ser perfectas… Me indigné mucho con esto, sentí que todo era una gran mentira, sentí que no deseaba apoyar este sistema que se basa en hacer sentir a las mujeres insatisfechas e insuficientes consigo mismas, y entonces me rebelé.
Dejé de maquillarme, dejé de afeitarme, dejé de ver la moda y los libros de maquillaje, estaba molesta e indignada ante toda esta mentira.
Pero, no estaba de acuerdo con la manera cómo se llevaba, de la manera cómo se mercadeaba, de la manera cómo se manipulaba la autoestima de la mujer para hacerla sentir que necesita ese producto de belleza o ese estilo de cabello, o ese vestido para SER bella. El problema estaba en que ese cánon de belleza femenina se sostiene de que las mujeres crean que la belleza viene de afuera, que “la belleza cuesta”, que “la belleza duele”, que “la belleza se compra” y que “no todas son tan afortunadas”, entre tantas otras barbaridades.
La raíz de mi rebeldía y mi rechazo a ese mundo de “belleza femenina” estuvo en sentir que si dedicaba mi interés, mi energía y mi talento a eso, estaba apoyando esta gran mentira.
La belleza brota de mí como una fuente interminable en la medida en que yo me ame.
¿Y sabes qué?
El problema no está en la rasuradora, en la mascara, en la plancha, en el cepillo, en el “lipstick”… el problema está en sentir que necesito eso para ser bella. El problema está en la intención y en el por qué lo estoy usando.
¿Lo estoy usando porque si lo uso voy a llamar la atención que quiero?
¿Lo estoy usando porque la tendencia dice que eso está “in”?
¿Lo estoy usando porque simplemente lo ví en la portada de una revista o en la vitrina de una tienda?
¿Lo estoy usando para “cubrir mis imperfecciones”?
…¿Cuál es tu intención?
Te invito a que analices cuál es la intención que hay detrás de lo que estás usando y cómo te estás proyectando,
¿Esa realmente eres tú?
Yo me dí cuenta que no era auténticamente yo la que se estaba proyectando en la rebeldía y el rechazo a la creatividad física, estética y cosmética. Fue un proceso bien importante, pero una vez me hice consciente que estaba negando una parte importante de mí recogí esa pasión de mis tempranos años y la estoy usando hoy para crear mi propia versión.
Hoy mi rebeldía es ponerme un “lipstick” rojo como herramienta de empoderamiento.
Porque soy una mujer poderosa, autónoma y libre.